Cambio climático

2015. ¿Somos conscientes de lo que nos jugamos?

Asoma el verano en el mundo occidental y mientras los políticos están con un ojo en la revolución democrática de los países del sur de Europa, el planeta entero mira ya de reojo a la cumbre de París, la última opción para alcanzar un acuerdo que jubile el más que desfasado protocolo de Kyoto.

Ahora bien, ¿Está la sociedad concienciada de lo que supondría un nuevo fracaso? ¿sabemos a qué nos exponemos en caso de dar la espalda al medio ambiente una vez más? Al empresario de turno, que yace sentado en su apetecible butacón observando cómo prosperan sus dominios en determinadas industrias, seguro que le importa muy poco. De hecho, en la erosión de los recursos naturales se fundamenta, en gran parte, la actividad capitalista.


La comunidad científica ha hablado, lleva muchos años hablando. De cada vez el clima mundial es más y más cálido, de cada vez mueren más ancianos con problemas respiratorios por la polución de las ciudades, se contaminan más ríos y desaparecen más especies.


Pero, ¿Y nosotros? ¿qué hacemos nosotros? los ciudadanos de a pie que vivimos el día a día luchando, al igual que cada árbol y cada animal para resistir a la vida, somos los que deberíamos alzar la voz, pero no nos interesa, y os diré por qué:



  • Nos sentimos cómodos con la calefacción a 30ºC, con las ventanas abiertas. Sentimos la necesidad de invertir las estaciones, en verano queremos abrigarnos en la biblioteca, y en invierno queremos ir en bañador. 
  • Alimentamos la hegemonía de China, país que más contribuye al cambio climático junto con Estados Unidos, Rusia e India, agarrándonos a un mercado de bajo coste aunque la mercancía tenga que atravesar medio planeta para llegar a nosotros.
  • Dejamos las luces de casa encendidas cuando nos vamos. 
  • Nos duchamos consumiendo una cantidad de agua diaria que un niño del tercer mundo no verá en 1 mes entero. 
  • Preferimos adquirir un coche grande, pesado y más contaminante aunque no necesitemos sus prestaciones.
  • Nos da vergüenza usar el transporte público. 
  • Nos da pereza reciclar mientras miles y miles de árboles son talados cada día, perforando una y otra vez los pulmones de la Tierra, su mayor herramienta para autoregular los niveles de CO2. 

La realidad es que, en muchos casos, nos están pagando por salvar el mundo, nos pagan por no derrochar energía, nos pagan por la gasolina que dejamos de quemar al coger transporte público, la vida nos lo paga. Nosotros damos la espalda a todos, y pronto el planeta, que jamás lo ha hecho, nos dará la espalda cansado de esperar a que abramos los ojos. Cuando eso ocurra, la especie humana escribirá sus últimas páginas. Entonces tal vez, y sólo tal vez, nos demos cuenta de que para progresar, a veces hay que dejar de desarrollar. 


P.D: de la cumbre climática de París, simplemente no espero nada. El dinero y sus intereses destruirá a su madre, lo que permite que éste fluya, la Tierra. ¿Se puede frenar esto todavía? Sí, se puede frenar, pero no estamos, ni de lejos, cerca de conseguirlo. 

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